Nada hay más gratificante, pero tampoco desgastante, que conducir un grupo de niños o adolescentes hacia el conocimiento en un salón de clases donde afloran todo tipo de realidades, desde problemas sociales vinculados con la pobreza hasta situaciones de violencia familiar en las que los docente siempre terminamos oficiando de catalizadores.
Los maestros entregamos parte de nuestro ser en cada explicación. Volcamos energía vital indispensable para que nuestro alumno adquiera herramientas con las que saldrá a ganarse la vida en un mundo donde ya nadie les acariciará la cabeza para enseñarles algo.
Allí reside el valor sagrado de la misión educadora. En especial porque los docentes también somos madres o padres de familia y después de darlo todo en el aula regresamos al hogar para dedicarnos a los propios hijos para seguir haciendo exactamente lo mismo que hicimos en el trabajo: formar mejores personas para un futuro mejor.
Por todo eso, nuestro compromiso de luchar por nuestros derechos siempre, en todo momento y en todo lugar.
Y una palabra que es el mejor homenaje: GRACIAS.
Rufino Fernández
Secretario General de AMET
Los maestros entregamos parte de nuestro ser en cada explicación. Volcamos energía vital indispensable para que nuestro alumno adquiera herramientas con las que saldrá a ganarse la vida en un mundo donde ya nadie les acariciará la cabeza para enseñarles algo.
Allí reside el valor sagrado de la misión educadora. En especial porque los docentes también somos madres o padres de familia y después de darlo todo en el aula regresamos al hogar para dedicarnos a los propios hijos para seguir haciendo exactamente lo mismo que hicimos en el trabajo: formar mejores personas para un futuro mejor.
Por todo eso, nuestro compromiso de luchar por nuestros derechos siempre, en todo momento y en todo lugar.
Y una palabra que es el mejor homenaje: GRACIAS.
Rufino Fernández
Secretario General de AMET
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